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Capital Theory, Capital Markets and Q

dc.contributor.authorDirkmaat, Olav A.
dc.date.accessioned2019-02-11T16:25:36Z
dc.date.available2019-02-11T16:25:36Z
dc.date.issued2018
dc.identifier.urihttp://hdl.handle.net/10115/15875
dc.descriptionTesis Doctoral leída en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid en 2018. Directores de la Tesis: Jesús Huerta de Soto y Juan Ramón Ralloes
dc.description.abstractLa crisis financiera de 2008 manifestó que los fundamentos teóricos detrás de muchas prácticas modernas en la economía son deficientes. En primera instancia, la crisis financiera demostró la necesidad de entender el capital en un contexto mucho más amplio que el de un agregado homogéneo usado en las muchas versiones de la función de producción y en su relación con los mercados financieros. La teoría del capital está universalmente presente en la economía. Sin embargo, no hemos avanzado demasiado desde las aportaciones de los economistas clásicos. Según Smith (1776) y Ricardo (1817), por ejemplo, el capital era un simple input, el cual, en combinación con otros inputs (el trabajo y la tierra), genera una cierta cantidad de output físico. Esta idea fundamental del capital como input físico inserto en un proceso productivo, junto con los demás inputs, tiene sus raíces en el pensamiento económico clásico. Esta teoría material y física del capital continúa vigente: Piketty (2014) la usa para justificar su posición ricardiana de la concentración de riqueza; Solow (1956) y Swan (1956) la usaban para su modelo de crecimiento económico. Así las cosas, los cimientos de la ciencia económica se tambalean. ¿Cuánto ha influido esta visión sobre la teoría del capital aún por resolver en la actual economía aplicada? ¿De qué manera dependen de esta los modelos de predicción económica que se usan en la práctica de la teoría del capital? ¿Cuál es la importancia de los acuerdos y desacuerdos sobre la teoría del capital en relación con los mercados de capital, las regulaciones bancarias, el desarrollo económico (la pobreza), la supuesta desigualdad y las políticas públicas modernas? Durante la crisis, los modelos de crecimiento que utilizan la función de producción Cobb-Douglas, basados en la misma teoría física y material de Smith y Ricardo, fallaron en forma espectacular. Fueron incapaces de indicar las verdaderas causas del crecimiento económico (ya que la riqueza no es igual a producción u output físico) y malinterpretaron el concepto del capital. Los desajustes en la estructura de capital pasaron desapercibidos antes de la Gran Recesión. La de 2008 fue la historia del fracaso de una teoría del capital falaz. La OCDE, por ejemplo, que utiliza la función de producción Cobb-Douglas para estimar el llamado output gap (el crecimiento económico potencial de una economía), no fue capaz de predecir, aunque por poco, la Gran Recesión de 2008 en ninguno de los mayores países-miembro de la OCDE (Turner, 2016). La función de producción está en el corazón del mainstream macroeconómico (e.g., Solow, 1956; Swan, 1956): tanto los modelos (de predicción) de crecimiento económico como la teoría del ciclo real (real business cycle model) fallaron. Sin embargo, las críticas a este planteamiento sobre el capital, que es más bien una teoría de la producción (física), no son nuevas; ya en la década de los 60, los economistas de Cambridge en Inglaterra atacaron a Solow (1956), Swan (1956) y Samuelson (1966). Sin embargo, estas posturas han sido olvidadas o incluso ignoradas: los postulados económicos continúan iguales con los mismos fallos. La teoría del capital de Solow-Swan, efectivamente, no es una teoría económica del capital, sino una teoría de la producción física, cuyo sitio es el mismo que su origen: una planta industrial de EE. UU. de la década de los 20. Este trabajo se ha desarrollado, por lo tanto, con la idea de poner fin al constructivismo extremo que ha caracterizado la economía desde la Segunda Guerra Mundial: la obsesión por predecir y medir la economía es un fenómeno que tiene su génesis en la posguerra, como Robert Solow admite. Los constructivistas, después de la guerra, pretendían ocuparse del crecimiento económico. Una de las razones por las cuales perduran las teorías falaces que pretenden respaldar la economía aplicada moderna es que la alternativa que propuso Cambridge en Inglaterra no fue mucho mejor: solo se repitieron los mismos argumentos falaces que David Ricardo utilizaba hacía 200 años. Desafortunadamente, la reacción de la ciencia económica ante la crisis fue en parte buscar refugio en las mismas falacias ricardianas: el capital genera riqueza en sí, lo cual era, según muchos economistas, el gran aporte de Piketty (2014). Fuimos de una teoría fracasada del capital, que fue incapaz de prever o entender la crisis de 2008, a una igual de fracasada, que es incapaz de entender el concepto de riqueza: ahora parece que la teoría del capital (ricardiana) sirve solamente como justificación política para imponer más impuestos y más restricciones a la libertad empresarial. Se podría decir, sin exagerar, que la economía desde la década de los 60 se bifurcó con los debates entre los neoclásicos (o neokeynesianos) y los neoricardianos de dos diferentes posturas en Cambridge. Las respuestas ante esta crisis existencial de la economía se encuentran, no obstante, en las controversias sobre el capital anteriores a las de Cambridge. En muchos sentidos, la teoría del capital sirve como un mapa. Como Taleb (2012) aprecia, es mejor encontrar el camino sin mapa alguno que con uno equivocado, lo cual es una buena caracterización de la teoría del capital aplicada a la vida real durante los últimos 70 años. Sin embargo, el objetivo de este trabajo es proponer un mapa correcto, que nos ayude a navegar en la increíble complejidad de una economía moderna. Otro antecedente era la teoría o “hipótesis” de los mercados (financieros) eficientes, los cuales, según este paradigma dominante, están por definición en equilibrio. Según esta teoría, es un mito que se puede ganar retornos en excesos del mercado en la ausencia de mera suerte. Sin embargo, con una apreciación correcta del capital, se identifica desajustes desapercibidos por los demás. El principio de q es, efectivamente, una teoría de equilibrio para explicar el desequilibrio, y así es capaz de revelar sub o sobrevaluaciones, revelando los retornos futuros en diferentes mercados. El deseo de demostrar la utilidad de una buena teoría del capital, en forma de q, es otro antecedente de este trabajo.es
dc.language.isoenges
dc.publisherUniversidad Rey Juan Carloses
dc.rightsAttribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Internacional*
dc.rights.urihttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/*
dc.subjectEconomíaes
dc.titleCapital Theory, Capital Markets and Qes
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/doctoralThesises
dc.rights.accessRightsinfo:eu-repo/semantics/openAccesses
dc.subject.unesco53 Ciencias Económicases


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